La aparente quietud política del mundo árabe de 22 países que pertenecen a la Liga Árabe (sin contar a la RASD: República Árabe Saharaui Democrática, reconocida por la Unión Africana) se rompió en el lugar menos probable: Túnez, donde la inmolación de un universitario desempleado convertido a obligado vendedor de frutas y verduras detonó una insurrección local que prendió la imaginación de más de 360 millones de árabes y cautivó a los hoy “indignados” contestatarios globales quienes han estremecido las entrañas de la plutocracia bancaria desde España pasando por Gran Bretaña hasta Wall Street: el corazón financierista de Estados Unidos.
Las revoluciones árabes en curso no son aisladas (ni pueden serlo, debido a la superconectividad que ha creado la desregulada globalización financierista del caduco orden unipolar estadounidense) ni han cesado de ser motivo del flagrante injerencismo de las grandes potencias, en especial, de la OTAN que abiertamente tomó partido por una de las partes de la guerra civil en Libia para controlar sus pletóricos yacimientos acuíferos y de hidrocarburos.
La nueva cartografía del mundo árabe se está apenas dibujando y su trazado dependerá del resultado de la dinámica de la correlación de fuerzas locales, sin duda, pero más que nada regionales y fundamentalmente globales que reflejan, en última instancia, el fin del caduco orden unipolar y el asentamiento del incipiente nuevo orden multipolar.
No existe ningún hilo conductor racional, ideológico, ya no se diga humanista, de las preferencias selectivas de la OTAN en relación a las revoluciones árabes en curso, con la salvedad inextricable del análisis geopolítico/geoeconómico que expone su agenda oculta con el fin de controlar en la medida de lo óptimamente posible, a nivel regional, tanto los hidrocarburos del Medio Oriente como los puntos súper-estratégicos de tránsito, y a nivel global, específicamente eurasiático, para contener a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en particular, a China y a Rusia.
En síntesis se perfila, un año después, una gran Incertidumbre democrática: caída de las repúblicas tiránicas; consolidación de las petromonarquías; eclosión del sectarismo; auge de los Hermanos Musulmanes, y acecho de Al-Qaeda/salafistas.
Caracterizar los acontecimientos y las bases en que se asientan éstos constituye uno de los propósitos de este volumen.