La enésima guerra de Netanyahu contra los palestinos de Gaza —máximo campo de concentración del planeta (papa Francisco dixit)— es un simple eslabón en la cronogeopolítica de 104 años que busca implementar el proyecto del “Gran Israel” del río Éufrates al río Nilo (las dos franjas azules de su bandera). Desde la declaración del canciller británico lord Arthur Balfour en 1917, su creación en 1948 con la bendición de los banqueros Rothschild y hoy con su irredentismo consolidado militarmente con más de 300 bombas nucleares clandestinas.
Netanyahu y sus aliados supremacistas colonizadores, Ben-Gvir y Smotrich, justifican ese irredentismo para permanecer en el poder, al aplicar su controvertida hermenéutica en forma unilateral, excepcional y solipsista, pero carente de validez universal. En el Consejo de Seguridad de la ONU siguen pendientes tres resoluciones para la creación del inalienable Estado palestino: la 142 (de 1948), la 242 (de 1967) y la 338 (de 1973).
Tanto la guerra demográfica, como las del hambre y gas de Netanyahu contra los palestinos —un genuino GENOCIDIO— se diseñaron para impedir una solución democrática integral en la Palestina histórica. Lo que de facto desemboca en la existencia de varios estados palestinos deliberadamente inconexos y segregados, además de la erección de muros por Israel, que pretende atomizar la amenaza demográfica de la hoy mayoría palestina frente a la minoría israelí.
La verdadera estratagema en los “siete frentes” de Netanyahu es aniquilar a Irán con la ayuda de Estados Unidos El planeta ha entrado a una crítica fase de confrontación que puede ser terminal/nuclear, cuando se libra una tercera guerra mundial “híbrida” que va desde las sanciones, pasando por los dos puntos incandescentes en Ucrania e Israel, hasta la 16ª Cumbre BRICS de la desdolarización y no se diga la trascendental elección presidencial de 2024 en Estados Unidos.