Las guerras del siglo XXI no son totalmente militares. Ucrania es hoy el asiento de la primera guerra híbrida mundial que libra, en forma indirecta/tangencial, Estados Unidos contra Rusia. Lo que ha provocado una serie de medidas asfixiantes, catalogadas de “sanciones catastróficas”, que han permitido a Estados Unidos/OTAN/Unión Europea asestar “varias guerras en una”: desinformativa, cultural, civilizatoria, demográfica, cibernética, maniquea, radioactiva, biológica, orwelliana, neomacartista, de censura, ideológica, comercial, financiera, económica, entre otras.
En el Foro Económico Mundial de Davos, Henry Kissinger aconsejó a Ucrania ceder parte de su territorio a Rusia y formuló la urgencia de que Occidente cese de intentar infligir una derrota aplastante al ejército ruso en Ucrania, ya que tendría consecuencias desastrosas para la “estabilidad” de largo plazo en Europa. En una entrevista con Financial Times, Kissinger había advertido los niveles de catástrofe nuclear en un intercambio entre Estados Unidos y Rusia, pues resultaría fatal para Occidente “ser arrastrado en la moda del momento y olvidar el lugar apropiado de Rusia en el equilibrio de poder europeo”.
Ambrose Evans-Pritchard comenta, en el sentido de la realpolitik, que el papel adecuado para Ucrania es ser un Estado amortiguador (buffer state) neutral, más que la frontera de Europa. Cuando las “sanciones catastróficas” de Biden están haciendo agua, Larry Elliott, editor de Economía del rotativo británico The Guardian, reconoce que “Rusia está ganando la guerra económica y Putin todavía no está dispuesto a retirar a su ejército”. Elliott confiesa que desde que Occidente lanzó contra Rusia su guerra económica las cosas no se encaminan según lo planeado, al contrario, van muy mal.
Nada nuevo: la resiliencia de la economía y el rublo —hoy la divisa mejor cotizada del planeta— resume y rezuma uno de los parámetros a seguir de la tesis del autor sobre la “guerra híbrida” en curso.